Como la neolengua orwelliana, se trata de renombrar las cosas para escamotear realidades. O incluso se lee al revés la secuencia para que parezca lo contrario.
La gigantesca deuda privada, sobre todo empresarial, se transforma en un mea culpa colectivo de “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Y uno de los países con menor capacidad de recaudación fiscal de la eurozona, pasa a diagnosticarse ahora como ejemplo de Estado sobredimensionado. Con ello, el gasto público se señaló como el problema sobre el que incidir.
En ese peculiar diagnóstico se han basado los Presupuestos Generales del Estado para 2012. Pocos días antes de que éstos fuesen publicados, el periódico Diagonal me publicó el siguiente artículo, al que podéis acceder aquí.
El gasto público no es el problema. Y recortarlo no supone solo una cuestión contable, sino política y democrática, en tanto lo que se recortan son también derechos.