La justicia es la polla (con perdón)

Esta frase he escrito en las redes sociales (Facebook y Twitter) a raíz de la condena a “La Manada” por abusos sexuales y no por agresión. Uno de mis amigos (de verdad, no solo virtual), me escribe en un comentario que “La justicia no hace más que aplicar la ley” y me remite a algunos escritos técnicos acerca de  la sentencia. La idea de estos “posts” se centran básicamente en la ausencia de violencia física para poder tipificar el delito como agresión sexual (perdón si simplifico).

Transcribo aquí mi respuesta con el ánimo de explicar por qué digo que “la justicia es la polla” y lo sigo manteniendo.

Puede que la preocupación de quien me responde a esta frase se enmarque en la defensa de la independencia del poder judicial. Es posible que estas manifestaciones de ayer, y las que están por venir, no le parezcan aceptables por lo que suponen de presión a la justicia. De ahí que se intente poner algo de razón jurídica en la sentencia. Sin embargo, ninguno de los tres poderes (legislativo, ejecutivo y judicial) deben estar ajenos a la opinión pública. No sería entendible que los ciudadanos no pudiéramos opinar acerca de la acción del poder judicial, incluso manifestarnos.

Por otro lado, no presiona quien quiere sino quien puede. Por más que la opinión pública quiera presionar al poder judicial, nunca llegará a hacerlo como sí lo hacen otros poderes. Pienso en el ejecutivo y, sobre todo, el económico. Así que si nos preocupa la independencia judicial, deberíamos empezar por quien quiere y puede violentarla (si se me permite el término).

Es un error, que veo casi a diario en el mundo académico en el que vivo, elevar a un alto nivel técnico el debate con la pretensión de dejar fuera del mismo al ciudadano de a pie. Pretender que los ciudadanos no puedan opinar acerca de lo que es justo o no porque no saben de leyes o no saben leer una sentencia es una gran equivocación. Lo único que esto logra es incrementar la sensación de que la justicia es cosa de algunos eruditos cuya acción se escapa al entendimiento de una persona normal.

Me dices que la Justicia no hace más que aplicar la ley, y ese es otro error de bulto. Si la justicia solo hiciera esto, no harían falta jueces ni abogados. Bastaría con tener técnicos muy especializados que tipificaran los delitos y condenaran o absolvieran en consecuencia. En poco tiempo esto lo podrían hacer ordenadores.

Los matemáticos sabemos, desde el teorema de Gödel, que no existe una aritmética completa. Es decir, que dado un conjunto de axiomas, siempre existirán proposiciones que no podrá saberse si son verdaderas o falsas. Esto es también aplicable al código de leyes. De ahí que haga falta interpretar los hechos para tipificar el delito y, después, aplicar la ley. Lo cual afortunadamente requiere de inteligencia humana.

Los jueces interpretan. No estoy convencido de que en este caso sea necesario cambiar la ley, aunque a la vista de cómo interpretan los jueces la diferencia entre agresión y abuso sexual no parece estar muy clara. Más que nada en la interpretación de lo que significa “intimidar”.

A mí, por ejemplo, esta escena me parece bastante intimidante para la víctima, incluso diría que violenta:

“Cuando “la denunciante” accedió al primer rellano, la puerta de acceso, estaba abierta, tenía delante de ella a uno de los procesados y detrás a otros. De este modo fue dirigida por los procesados al habitáculo que se acaba de describir, donde los acusado le rodearon. Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y querida por estos, “la denunciante” se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. En ese momento notó como le desabrochaban la riñonera que la llevaba cruzada, como le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey que tenía atado a la cintura; desde lo que experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante para que le hiciera una felación y en esa situación, notó como otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el tanga.

La denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados.”

Es literal de la sentencia, como seguro sabéis. Sin embargo los jueces deciden que esta escena no solo no es violenta sino que además no contiene ningún tipo de intimidación. Para mí, que cinco tipos más fuertes y mayores que tú, te lleven, “conforme a lo pretendido y deseado por ellos”, a una situación en la que te veas rodeado, te desabrochen la ropa y te lleven la cabeza hacia el pene de uno de ellos para que se lo chupes, es intimidación (incluso violencia). Y por tanto agresión sexual.

Pero los jueces no lo interpretan así, es más, uno de ellos dice percibir que la víctima disfruta (¡qué vergüenza! ¡qué asco!). Y lo malo es que esta sentencia sí es coherente, por lo que he leído, con lo que suele interpretarse. Parece que la opción “violencia o intimidación” (a la que se refiere el artículo 178 del código penal) los jueces la reducen al primer término, entendiendo que hay intimidación solo si media violencia física.

Por esta interpretación, que es la habitual, es por lo que digo que la justicia es la polla (con perdon), porque su visión de la realidad sufrida por la víctima huele a pene (otra vez perdón).

Creo que la justicia ha perdido una buena oportunidad, con este caso, de poner sentido común a la interpretación judicial de estos hechos. Más que nada para poner en contexto la palabra “intimidación”, dotarla de significado jurídico independiente de la violencia física. Creo ser objetivo si digo que la escena descrita en la sentencia intimida a cualquiera que tenga aprecio por su vida.