Seguramente este sea el motivo principal, sobre todo por el drama que supone para tantísimas familias. Cada vez hay más parados, es decir, cada vez hay menos personas con derecho a ponerse en huelga.
Cuando “España iba bien” se hicieron reformas laborales que permitían flexibilizar el mercado laboral. Para entendernos, flexibilizar quiere decir en lenguaje político-empresarial facilitar el despido. Decían que, en una coyuntura de reducción del desempleo, un mercado laboral más flexible (ya saben) hará que los contratos sean más estables y mejor pagados. Pero eso no pasó, los empleos fueron cada vez más precarios y la brecha salarial entre la clase ejecutiva y el resto de “pringaos” aumentó considerablemente.
Cuando España entró en caída libre, hacia mayo de 2010, se propusieron dos reformas laborales con el objeto de flexibilizar (¡je!) el mercado laboral.
Me paro aquí para comentar que siempre me ha llamado poderosamente la atención que una misma cosa, flexibilizar el mercado laboral, pueda servir para una situación (España va bien) y la contraria (esto se hunde).
Decían que, en la actual coyuntura, un mercado laboral flexible animará a los empresarios a contratar. Ya nadie habla de contratos estables y mejor pagados. Pero esto no está pasando, el paro sigue aumentando y los trabajadores, incluso los que tienen contrato más estable, se sienten cada vez más en precario, Mientras, la brecha salarial sigue aumentando, eso sí… pringaos.
A todo esto, nadie con dos dedos de frente puede negar que los recortes (pasados, presentes y futuros) siempre afectan negativamente al empleo. Así que los que sostienen que estos sufrimientos que nos imponen traerán crecimiento mienten, y además lo saben.
Por este motivo, por los 5.778.100 desempleados que hay en España (según la EPA), por los 300.000 hogares con todos sus miembros en paro, yo encuentro sobradas razones para hacer huelga el próximo 14N.
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