Me hace mucha gracia el título, porque probablemente esta entrada sólo la lean unas decenas (optimista que es uno) de personas y ninguna de ellas sea el presunto receptor de la carta.
Es en relación al artículo titulado Parón universitario, publicado en ABC el 22 de mayo (ayer).
En este artículo usted pone en boca de una directora de instituto los siguiente: “Aquéllos que tenéis una tribuna no podéis dejar pasar el atropello que se está perpetrando en la Universidad de Sevilla más que en la Olavide, y todo ello por un rector y un CADUS a los que habría que investigar en serio. Espero que tú, que levantas tantas conciencias en tus artículos, tengas un hueco para esta huelga salvaje que no va a respetar el derecho a la educación. Si puedes leer los estatutos de los estudiantes de la Universidad de Sevilla aprobados en 2008 puedes caerte de espaldas. Omnipotente poder del CADUS, plagado de aspirantes a políticos sin más expectativas que encontrar un hueco en el griterío partidario. Confiamos en ti”.
Dejo aparte la arbitrariedad de “más en la Universidad de Sevilla que en la Olavide”, hoy 23 de mayo en la Universidad de Sevilla hay clases y en la Olavide no. No sé por qué dice que habría que investigar “en serio” al rector y al CADUS, así que ahí tampoco entro.
Sí voy a entrar en lo que hace referencia a la “huelga salvaje” y lo que llama “los estatutos de los estudiantes” que, presumo, debe ser el Reglamento General de Estudiantes de la Universidad de Sevilla. Donde se regula el derecho, que puede ser discutible y hasta discutido, a la convocatoria de paro académico por parte de los estudiantes. Puede que parezca una “salvajada” (uso el calificativo que utiliza la denunciante) que los alumnos puedan convocar “sólo” con 2/3 de las asambleas de todas las facultades un paro académico de dos semanas. Como todo, depende del punto de vista, y yo quiero contar qué ocurría en la Universidad en la época en la que yo era estudiante, un poco después que Francisco Robles.
En aquella época los alumnos podían cortar las clases sin encomendarse a nadie, bastaba que el delegado, o cualquiera, subiera al estrado y preguntara “¿quién quiere venir a clase mañana?”. Después se comunicaba a los profesores que “la gente” había votado no venir a clase.
En muchos centros no había clases entre semana santa y feria, era la costumbre. ¡Dos semanas sin clase! Justo lo que ahora parece salvaje.
Las clases no comenzaban antes del 10 de octubre, siendo generosos, ni terminaban después del 20 de mayo, siendo otra vez generosos.
Después estaban los viernes, en los que se organizaban fiestas o barriladas para que los de último curso sacaran dinero para su viaje, y se anunciaba a los profesores que a última hora se cortaban las clases. Sí querido alumno actual, los alumnos de entonces organizaban barriladas dentro del recinto universitario.
Yo he sido alumno en esas circunstancias, y también profesor. Puedo asegurarle que los alumnos de hoy son mucho más formales, y que la Universidad es hoy más rigurosa programando un calendario escolar con 30 semanas reales de clase, aparte de las semanas de exámenes.
Cuando hay algún posible puente los alumnos de hoy me enternecen, sobre todo si los comparo con los de entonces. Vienen a pedirte permiso para faltar y te dicen que, si hace falta, pueden recuperar la clase otro día. Es una verdad palpable que hoy se respetan mucho más las clases que hace unos años, supongo que habrá que apuntarlo en el “haber” de estas normativas que, por supuesto, son mejorables.
Pero es que ya aprovecha usted el comprensible enfado de esta señora para echar balones fuera y no tocar, ni tangencialmente, el asunto que lleva a los alumnos al “parón” (la palabra es suya, no mía).
Se ha aprobado un Real Decreto Ley, sin debate previo de ningún tipo, donde al mejor estudiante le suben las tasas un 66%. Salvo que sea extranjero no comunitario que, en este caso, le multiplican las tasas por más de 6, aunque sea el mejor de los estudiantes. Esto, como usted comprenderá, a los estudiantes no les sienta nada bien y les lleva a la protesta.
Además los profesores subimos en horas de docencia y, consecuentemente, habrá despidos. Y también se bajan los sueldos al PAS y al profesorado. Todo esto, como usted puede suponer, afectará a la calidad del servicio. Y si no afecta será por la buena voluntad de los trabajadores de la Universidad y sus estudiantes.
Pero usted pasa de todo esto y prefiere meterse con el Rector. Me alegra que ahora le preocupe cómo se elige el rector de la Universidad de Sevilla, somos muchos los que cuestionamos la falta de democracia que denuncia el hecho de que sucesivos vicerrectores de infraestructuras sean posteriormente rector. Además, ésta ha sido tristemente la primera elección desde la democracia en la que sólo ha concurrido un candidato. Así que puede que, en esto, estemos algo de acuerdo. Pero no me negará que no tiene nada que ver con el “parón” y que me ha salido usted por peteneras.
No le gusta a usted la democracia asamblearia. Afortunadamente está en su derecho. Pero sepa usted que algunos empezamos a estar más que hartos de la “democracia columnaria”. Que es la que practican muchos columnistas convencidos de que su palabra, a fuer de no ser contestada (es lo que tiene el papel), es ley de obligado cumplimiento para el resto de los mortales.