El pasado sábado 28 de noviembre perdimos a nuestro Antonio Aranda. Amigo, compañero y maestro.
He tenido la inmensa suerte de compartir despacho con Antonio durante más de veinte años. No sé si él se podría imaginar la influencia tan positiva que ha tenido esto para mí, tanto a nivel profesional como personal. Siento no habérselo dicho.
Antonio era un gran profesor, excelente. Su pasión por las matemáticas y por la enseñanza, su cercanía y disponibilidad con los estudiantes, su conocimiento de los temas que tenía que explicar, su magnífica voz, esa voz que Dios le dio y a la que era físicamente imposible no prestar atención, su gesticulación… Antonio tenía todas las herramientas necesarias para ser un buen profesor. Pero es que había en él además otras cosas innatas que no se pueden aprender: tenía la capacidad de ordenar en su cabeza los conceptos a explicar en la forma óptima de comprensión por los alumnos y tenía empatía para conocer qué dificultades podían tener en el aprendizaje, anticipándose muchas veces a ellas.
Antonio fue un buen amigo. Sí, un amigo de trabajo, que a veces parece como si fuera un grado inferior, pero es que pasamos muchas horas en el trabajo. Son muchas las confidencias, penas, preocupaciones, expectativas y alegrías que he compartido con él. Siempre he encontrado en él consuelo y palabras de ánimo cuando lo he necesitado, y abierto regocijo por mis alegrías. En todo este tiempo he pasado por algunas dificultades, y en esos momentos me sorprendía Antonio preguntando sin venir a cuento “¿tú cómo estás?”. Él era una persona que se conocía muy bien, lo cual le daba una cierta clarividencia para conocer a los demás.
Pero no sólo fue un buen amigo mío… Por el despacho han pasado decenas de buenos amigos suyos. Personas a las que, junto con Antonio, la sociedad andaluza les debe muchísimo en educación matemática. Algún día alguien tendría que contar esto. Ha sido muy agradable recibir tan buenas sensaciones de todos aquellos que habéis venido a nuestro despacho a ver a Antonio, para organizar tal o cual cosa en las que él (con vosotros) andaba siempre metido. Todo ese cariño que le habéis transmitido en mi presencia, esas bromas cómplices, ese buen humor… para mí era como recibir una inyección de energía positiva.
Y he tenido la fortuna de conocer a su familia, al menos un poco, a Pepa y a casi todos sus hijos. No tengo palabras para describirlo, sólo puedo decir que conociéndoles te explicas muchas de las cosas buenas de Antonio. De esta familia sólo pueden salir cosas buenas.
Antonio Aranda Plata ha sido un maestro para mí, de él he aprendido mucho en mi trabajo como docente, pero también muchas otras cosas para la vida. Y estoy seguro de que seguiré aprendiendo muchas cosas de él, que seguro llevo en el subsconciente y que saldrán en algún momento.
A pesar del dolor y la tristeza, me siento muy agradecido por haber podido compartir tanto con él. Le echo mucho de menos.
Dejamos abiertos los comentarios a todos los que queráis decir algo, sirva todo esto como humilde homenaje. Os pedimos paciencia, pues los comentarios están moderados para evitar "SPAM".
Muchas gracias, Miguel, por abrirnos esta ventana con tu escrito de nuestro añorado Antonio. Es muy fácil hablar bien de él, si se le ha conocido mínimamente. Creo que deberíamos hacer algo más en su honor, porque se lo merece.
Muchas virtudes has señalado de él, que comparto plenamente. Sin entrar en su lado humano, que merecería glosar aparte, para mi es el paradigma perfecto de lo que entiendo que debe ser un profesor. No he conocido otro docente más apasionado en clase, cuando explicaba cualquier cosa: era un espectáculo ver sus gestos, sus gritos, sus modos de transmitir una idea. Era imposible dejar de seguirle en una explicación. He DISFRUTADO compartiendo clases con él su asignatura de Libre Configuración (Metodología del Álgebra y Geometría en Bachillerato) o en el Aula de la Experiencia, en donde hemos hecho verdaderos espectáculos humorístico-matemáticos.
Nos han quedado pendientes algunas ideas que teníamos en la cabeza, para divertirnos, enseñando algún truco matemático. Estoy seguro que retomaremos estos planes próximamente, cuando nos volvamos a ver. Hasta siempre, Antonio.
Según pasan los días vamos entendiendo hasta qué punto el vacío que nos ha dejado Antonio será imposible de rellenar.
Ya echábamos de menos por no tenerlo por el departamento como cuando estaba todavía en activo. Entonces estaba siempre en ebullición todo el día, toda la semana (sólo faltaba el ratito de su “cita con el huevero”, recuerdo ahora con una sonrisa). Ahora, no teníamos la suerte de verlo tan a menudo, pero las veces que venía era un torbellino de simpatía que nos contagiaba entusiasmo y buen humor. Siempre con alguna broma, alguna anécdota, algún problema. Siempre nos traía regalos y el mayor era su propia persona.
“Sólo el que ama canta” reza el título de un precioso libro del filósofo alemán Josef Pieper. Y leyéndolo me acuerdo de Antonio, porque él cantaba como los ángeles, hablaba cantando. Y eso es porque era un apasionado, un enamorado de su familia, de su trabajo, de sus amigos. Hace muy pocos días le ví y fue la última vez. Yo iba corriendo. Ojalá me hubiera parado a algo más que un cordial “Antonio, qué alegría de verte por aquí”. Era verdad, desde luego.
Antonio: durante una temporada no te veremos pero, si Dios quiere, dentro de poco te veremos en el Cielo. Nos llevarás ventaja porque ya llevarás algún tiempo explicándoles a los ángeles la Geometría.
A su familia, a su mujer y sus hijos, un fuerte abrazo.
Soy un simple licenciado en matemáticas de la promoción 1995-2000, por el plan estudios del 77, ese que llamábamos “plan antiguo” y ahora profesor de enseñanza secundaria.
Tuve la suerte de contar con Antonio entre mis profesores. Como profesor era excelente y ponía todo de su parte para resolver nuestras dudas. Un gran profesional.
Como anécdota, esta tarde he desempolvado los apuntes de la asignatura que me dió (geometría I) y he empezado a recordar los viejos conocimientos que tenía oxidados en algún lugar de mi cabeza.
DEP.
Como hermano de Antonio, quiero agradeceros vuestros comentarios sobre él. Sé que lo que decís os sale de lo más profundo de vuestro corazón, porque, sabiendo como era él,
sólo se podían decir cosas buenas. Si por algo me alegro es por saber que ha dejado muchas bondades en su vida y si por algo rabio es porque no pueda seguir entregándose como sólo él sabía hacerlo.
Un persona allegada a mí, a modo de consuelo, me dijo hace unos dos días una frase de alguien que ahora no recuerdo, que venía a decir que se nace para hacer algo en la vida y se muere cuando has terminado de realizar tu trabajo. Le dije: lo siento pero no puedo estar de acuerdo con esa frase. Simplemente mi hermano no había concluido su trabajo. Se ha ido sin acabarlo, por mucho que haya hecho… Y esa persona se quedó callada.
Afectuosos saludos y no lo olvidéis.
Excelente profesor, gran docente. Tuve la suerte de tenerlo entre mis profesores de la facultad. A mi me impartió las clases de Álgebra lineal en primero de Ciencias Físicas. Gracias a él empecé a tener un conocimiento real de las matemáticas, no solo resolver problemas. Me volví un “cansino” de la teoría, lo explicaba todo tan claro y le ponía tanto interés que no podías más que seguir sus enseñanzas. Me hizo empezar a amar las matemáticas. Gran profesor, gran profesor. En el lugar donde se encuentre sabrá que dejó la semilla de las matemáticas en muchos alumnos, fue de los docentes que dejaron huella. Descanse en paz.
Fuimos de Cullera a Sevilla Feria De Abril, el y Pepa nos metieron en su casa éramos 6 personas no nos dejaron ir a un Hotel, nos enseño Sevilla despacito y con mucho cariño, En la feria en su caseta los 6 estuvimos como si fuéramos uno más de su cuadrilla era un personaje entrañable y cercano en todo momento, los veranos en Cullera era una delicia conversar con el de todo lo que te podías. Imaginar con una pasión y descripción impecable . Grande Antonio ……
Nos va a costar mucho acostumbrarnos a no ver a Antonio entre nosotros. Hay demasiadas cosas a nuestro alrededor que llevan su sello. Me resulta difícil encontrar alguien más entusiasta que él en todo lo relacionado con el aprendizaje de las Matemáticas y los jóvenes, pero aún me resulta más difícil encontrar alguien que lo hiciera con tanta sencillez y naturalidad como él, y al mismo tiempo con tanta determinación.
Lo conocí hace ya bastante tiempo, en el seminario organizado por José Luis Vicente allá por el año 1979-80, pero fue a partir de su incorporación a nuestro Departamento cuando realmente tuve la ocasión y el privilegio de saber “quién era” y “cómo era”.
Ya se han dicho muchas y bonitas cosas de su manera de ser y de trabajar, y por supuesto las suscribo todas, pero quiero repetir una: era una persona entrañable.
Todos vamos a sufrir su ausencia, y precisamente por ello pienso especialmente en Mª José, su esposa, en sus hijos y en sus nietos. Pero también pienso en su inmenso y selecto grupo de amigos-colegas, y ahí me resulta imposible no mencionar a Antonio Pérez.
Antonio Aranda se nos ha ido sin avisar, pero su trabajo, sus iniciativas, su dedicación estarán presentes en nuestro quehacer durante mucho tiempo.
Me uno a la idea apuntada por Ramón Piedra de organizar una actividad en su memoria.
Muchas gracias Miguel Ángel por la apertura de esta entrada con tan bellas palabras sobre mi padre. Igualmente gracias de corazón a todos los que estáis comentando y contando las experiencias de vida junto a mi padre. Un abrazo enorme a todos.
Durante la carrera en Madrid Antonio era mi compañero de banco en las asignaturas, bastantes, en las que nos colocaban por orden alfabético. Era un compañero excepcional.
Tuve ocasión de tratarlo despues en mis visitas a Sevilla. Siempre recordare una semana santa de procesiones con el, en la que aunque desde niño conocia la semana santa sevillana – soy de Sanlucar y tengo familia en Sevilla- la vi realmente por primera vez. Adios Antonio, me uno a tus amigos en lo que mejor podemos hacer por ti, recordarte.
Acabo de leer la entrada, y un sentimiento de pérdida se apodera de mi. Tuve la suerte de tener a este señor como profesor de Geometría I, y sin ningún lugar a dudas es el mejor profesor que he tenido nunca. Suscribo punto por punto todas las palabras aquí expresadas, parece que estoy viendo a ese señor menudito, enfundado en su bata blanca y llenando pizarras de saber matemático con rigor y sobre todo con pasión por enseñar. Hoy en el cielo hay una estrella reluciente
DEP
Se me hace difícil creer que Antonio Aranda nos ha dejado. Fue mi profesor en el nocturno en el Instituto San Isidro, donde era Jefe de Estudios. Su clases de matemáticas optativas, del grupo de ciencias, y, sobre todo de matemáticas comunes en COU (fue de los primeros cursos en que éste sustituyó al Preu), para ciencias y letras, me encantaban; sabía hacer evidentes los conceptos más difíciles, triviales las demostraciones más complejas, casi visibles las nociones más abstractas. Mucho tienen que ver aquellos dos años en que seguí sus clases, con área de conocimiento sea la de Lógica y Filosofía de la Ciencia. Andando el tiempo supe que estaba por la Facultad. Un día hablaba con Mario Pérez y al verlo de lejos dije a Mario: allí va el mejor profesor de matemáticas que conozco. Mario lo llamó y fue así como volvimos a encontrarnos. Como era de esperar, tras lo cruel que había sido conmigo el dios cronos, mientras que su aspecto seguía siendo juvenil, no me recordaba, pero en cuanto le di algunos datos recordó el curso. Mi hijo, cuando fue alumno de la Facultad de Matemáticas, alguna vez me dijo que yo exageraba en mis alabanzas a Don Antonio, hasta que en una ocasión éste sustituyó a un profesor y durante un par de semanas siguió sus lecciones; por cierto, que su aula era harto frecuentada. Entonces me dio la razón: don Antonio era, en efecto, el mejor profesor de matemáticas. Recuerdo cuando lo felicité por un reconocimiento de una entidad canaria (no acierto a identificarla ahora mismo, hablo de memoria), contestó a mi correo como sólo se expresan las grandes figuras del pensamiento, con un lenguaje sencillo, restando importancia al hecho, mostrando una humildad, tan ajena a las vanidades del mundo académico, que para mi fue otra lección, la de un maestro, la de una buena persona de enorme grandeza de espíritu. Descanse en paz.
También en Andorra dejó huella Antonio. Fue el mejor profesor que he tenido nunca. De esto ya hace más de 25 años y todavía le hecho de menos. Leyendo todos los comentarios revivo los momentos que compartí con él y que me han acompañado siempre. Os envidio tanto a todos los que habéis tenido un contacto más reciente con él! Yo continuaré amándole enormemente desde la distancia, con la profunda pena de saber que esta distancia ya no hay manera de superarla con un viaje en avión y lamentando haberlo hecho sólo en una ocasión.
Gracias, Miguel por la iniciativa, y ojalá y las gracias que tantos tenemos que darle a Antonio le lleguen, de alguna forma. Cuando recuerdo a Antonio, siempre me viene a la cabeza su entusiasmo y su energía inagotable. Fue nuestro primer webmaster, organizó y se implicó en la creación y el desarrollo de Estalmat, era el perejil de todas las actividades relacionadas con las Olimpiadas,… cuando un tema le apasionaba, el tiempo parecía elástico y no había manera de saber de dónde sacaba ese tipo enjuto e incansable las horas para tanto como hacía.
Y luego, en los últimos años, ya prodigándose poco, de vez en cuando aparecía por el despacho para anunciar entusiasmado: “He encontrado una demostración muy cachonda (sic) para el ejercicio 2!!!” y entonces el profesor retirado parecía de pronto un estudiante entusiasta. Y es que Antonio fue tan buen maestro, entre otras cosas, porque nunca quiso dejar de de ser alumno.
Descansa en paz, Antonio. Te echaremos de menos.