José Antonio Pérez García / Juan Hernández Armenteros
El País
El profesor Ernest Lluch insistía en sus magistrales clases de historia del pensamiento económico, que más de la mitad de la resolución correcta de un problema consistía en formular la cuestión a resolver con rigor metodológico y datos ciertos. Tras escuchar al señor Wert, nuestro ministro de Educación Cultura y Deporte, en la rueda prensa posterior al Consejo de Ministros del pasado viernes 13 de abril, nos ha surgido una seria preocupación respecto a cuál es la naturaleza del examen al que se somete a la comisión de expertos creada para hacer propuestas sobre la gobernanza, el proceso de selección y acreditación del profesorado y los estudiantes, y la economía y las finanzas de las universidades.
Nada que objetar -todo lo contrario- a contar con el asesoramiento de una comisión de expertos, cuya composición nos merece además la mayor de las consideraciones y respeto, personas todas ellas cualificadísimas y que seguramente conseguirán pasar la prueba con matrícula de honor, aunque el planteamiento del problema a resolver que les ha formulado el señor ministro está plagado de datos erróneos y juicios de intención sobre el actual funcionamiento de la universidad española, que justifican la reforma de la actual gobernanza universitaria.
El señor ministro Wert no ha dejado de preguntarse desde su toma de posesión por qué no hay ninguna universidad española entre las 100 primeras de los rankings internacionales. Hay que explicarle que los citados rankings se refieren casi exclusivamente a la actividad investigadora, y que de esos primeros 100 puestos, 99 están ocupados por universidades que operan en países con un sector científico-tecnológico (I+D+i) que supera en todos los casos el 2,3% del PIB (llegando a superar el 3% en el caso de USA), mientras que en España el sector I+D+i está en el 1,3% y bajando. ¿Habrá quizás alguna relación de causalidad en esta circunstancia? La única universidad fuera de esa norma es la Universidad de Moscú.
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