Uno de los grandes triunfos publicitarios del sistema (ese ente ubicuo) en la crisis ha sido convencer a la población de que “la crisis se debe a que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Se repite en las tertulias hasta la saciedad, las de la llamada caverna mediática y las de la llamada prensa progre o “de la ceja”.
Y se nota en el aire que esto ha calado en la sociedad, siento cierto ambiente de culpabilidad entre quienes me rodean, y cierta necesidad de que venga el castigo que nos merecemos y que aliviará nuestros pecados.
De la indignación a la resignación hay tres letras, y mucho me temo que éstas tienen que ver con las (más de tres) que nos quedan de hipoteca.
Cuando alguien me dice esto, que “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”, me entran ganas de contestarle “eso a mí no me lo dices en la calle”. Pero me sale mi vena docente e intento explicarle que eso que le han contado es tan falso como la existencia de los billetes de 500€.
Como no soy economista, me puedo permitir ser muy simplista. Mi explicación se basa en varios puntos:
UNO.- La “gente” no se ha endeudado por encima de sus posibilidades, a la gente les han concedido préstamos (quienes tenían el dinero o la sartén por el mango) de acuerdo a unos riesgos que los acreedores han considerado razonable. Algunos eran ciertamente arriesgados, otros no lo eran pero ahora lo son porque, debido a los recortes, el deudor ha perdido su empleo.
DOS.- La “gente” que no puede pagar sus préstamos ya está penando por ello. Han perdido su casa, sus coches, el control de sus mínimos ingresos, las casas de sus padres (si les habían avalado)… y aún así seguirán pagando de por vida.
TRES.- La deuda de la “gente” es una mínima parte de los activos tóxicos de los bancos y, por el punto anterior, altamente recuperable. O sea, que no es tan tóxica.
CUATRO.- La mayoría de activos tóxicos están efectivamente en suelo, pero en suelo no edificado por el que se ha pagado un dineral que ya no valen. Es decir, se ha ido a las manos de los que se lo han llevado “calentito” con el boom inmobiliario.
CINCO.- Aunque el suelo no se haya edificado, si el préstamo se ha concedido, ¿dónde está ese dinero? Ahí es donde los mal pensados miramos a las SICAV, los paraísos fiscales, los bolsillos de los altos ejecutivos… Ese dinero que nos va a llevar a la ruina está, bien quieto sin producir nada, bien siendo invertido en nuevas burbujas como la alimentaria o la misma burbuja de la deuda (o metaburbuja). En cualquier caso, este dinero no está contribuyendo con impuestos al mantenimiento del estado.
SEIS.- Y, sin embargo, ahora nos van a obligar a rescatar a los bancos, a comprarles sus activos tóxicos generando una deuda pública de la que el ciudadano no es, salvo por el pecado de individualismo, en absoluto responsable.
Dicho esto, he de reconocer que, con una pequeña corrección, la frase es cierta:
Hay gente que se ha dedicado a vivir por encima de nuestras posibilidades.
Y ahora nos harán pagar su cuenta. Me estoy enfadando, y como de la resignación a la indignación hay tres letras, perdonad que me repita y que vuelva a escuchar Death to my hometown de Springsteen, cuya letra me indigna.