Comunicación y cambio climático

En la revista Mètode publican una interesante entrevista a Maxwell Boykoff, profesor del Centro de Investigación en Política Científica y Tecnológica de la Universidad de Colorado-Boulder, en EE UU, y autor de numerosos estudios sobre la percepción y comunicación del cambio climático, en 2011 publicó el libro Who Speaks for the Climate? Making Sense of Media Reporting on Climate Change.
La entrevista fue realizada por Anna Mateu.

photo-291¿Por qué piensa que el cambio climático es uno de los temas ambientales más tratados en los medios de comunicación?
Realmente, en las dos últimas décadas el cambio climático ha sido una cuestión cada vez más reconocida por la opinión pública. Lo podemos atribuir al hecho de que el cambio climático, y la toma de decisiones políticas que se relacionan con el tema, afecta directamente a nuestra forma de vida. Así pues, podemos decir que los retos cotidianos y los retos climáticos están directamente relacionados. Desde los años ochenta, cuando empezó a haber una cobertura mediática consistente sobre el cambio climático, esta percepción ha ido creciendo, y parece haberse convertido en un tema esencial que los medios han sabido relacionar con otros temas. Pero hay muchos aspectos que convierten el cambio climático en una cuestión difícil de cubrir para los medios de comunicación, y el hecho de que se trate de manera independiente no se puede considerar como un éxito para crear conciencia sobre el problema ambiental que constituye. Es un tema muy complejo con multitud de dimensiones diferentes y cuando un periodista o medio decide informar solo es el principio de un reto comunicativo.

Así pues, que el cambio climático esté muy presente en los medios no significa necesariamente que tengan un interés creciente en el medio ambiente.
Pienso que algunos sí que pueden estar conducidos por una preocupación ambiental, pero hay muchos más elementos en juego. Uno es la percepción de los directores de los medios, que depende en gran medida de los intereses de la audiencia. Esta podría ser una de las cuestiones más importantes y urgentes de nuestro tiempo. Otro punto podría ser la forma como el cambio climático y los retos que plantea interactúan con la política, la economía y la sociedad, que conforman historias irresistibles para los medios.

¿Podríamos decir que hay cierto sensacionalismo en el tratamiento del cambio climático?
Puede haber sensacionalismo, ciertamente. Mis investigaciones muestran que en la última década algunos medios le han dado un tratamiento correcto y responsable, aunque en otros casos podemos encontrar un cierto sensacionalismo. Pero ahora se está dando el efecto contrario, y encontramos muchos más medios en los que se habla del cambio climático de forma sensacionalista en función del aspecto que se está abordando o las modas que están surgiendo. Precisamente, lo que yo analizo son los patrones y tendencias que emergen si estudiamos la cobertura de largos períodos de tiempo. Y eso puede ser útil porque si analizas una pieza de manera independiente puede resultar sensacionalista, pero si la miras en el contexto puede ser una mera anécdota.

¿Considera que hay diferencias importantes en la cobertura del cambio climático en Europa y en EE UU?
De nuevo nos encontramos con diferentes maneras de entender el cambio climático. Tomemos, por ejemplo, la cobertura sobre las causas humanas del cambio climático. En los EE UU hay ciertos espacios donde se cuestiona el papel del ser humano, y se ha dado cabida al negacionismo climático en las páginas de opinión del Wall Street Journal o en canales de televisión como Fox News. Y, por el contrario, en el Reino Unido vemos en general una imagen muy diferente, con una gran cantidad de información precisa y rigurosa basada en el acuerdo de la comunidad científica.

¿Y a qué se deben estas diferencias?
Podemos destacar varios aspectos. Uno es que los principales agentes económicos involucrados en el cambio climático se encuentran muy arraigados en la sociedad norteamericana, en particular la industria basada en el carbón. En la política norteamericana los lobbies hacen un gran esfuerzo para influir en la toma de decisiones políticas. Pero además, encontramos un segundo elemento más allá de la política económica, y es el cultural. Hay una percepción colectiva en EE UU que provoca cierta resistencia a las regulaciones económicas y políticas. Al amparo de esta percepción cultural se han desarrollado todas las posturas antirregulatorias y pro privatizadoras, movimientos que han enarbolado posturas antiambientalistas. Así pues, encontramos una combinación de elementos culturales, políticos y económicos que producen esta mezcla un tanto tóxica, amplificada por los medios de comunicación.

En cuestiones tan complejas como el cambio climático, ¿cree que existe también una falta de conocimiento científico que hace difícil que el público entienda el problema?
Sí y no. En un mundo perfecto, un mejor conocimiento sobre ciencia y sobre el cambio climático nos ayudaría, pero no parece ser el mejor camino para que el público lo entienda mejor y se comprometa. Hay que buscar un equilibrio entre dónde se encuentra la gente en cuanto a conocimiento científico y cómo guiarla hacia la acción medioambiental. Uno de los problemas de las últimas décadas en este sentido ha sido precisamente la confianza en que el conocimiento científico es una forma de mejorar la toma de decisiones, cuando tan solo es una parte de un conjunto más amplio.

A usted le gusta subrayar que una mayor cobertura mediática tampoco se traduce en un mejor conocimiento sobre ciencia entre el público.
Correcto. Por ejemplo, en la cuestión de la huella humana en el cambio climático podemos decir que hay mucho ruido en el sistema. Una mayor cobertura mediática, si no se hace de una forma cuidadosa, responsable y constructiva, solo significa más ruido. La solución para ayudar a la gente a tomar decisiones acertadas quizá no siempre se encuentra en los medios.

¿Y qué pasa con los negacionistas del cambio climático? ¿Son también amplificados por los medios?
Durante los últimos años he entrevistado a miembros clave de la comunidad negacionista, y he podido asistir a sus reuniones. También he trabajado con colegas como Robert Brulle, de la Universidad de Drexel de Filadelfia, y con Shawn Olsen, que está actualmente en la Universidad del Estado de Utah. Y hemos sido capaces de documentar la frecuencia de las opiniones contrarias al cambio climático y cómo las han seguido los medios. Y ciertamente podemos decir que se le ha prestado una atención amplificada a estas perspectivas escépticas dentro de la comunidad de expertos que trabajan en el ámbito del cambio climático.

En este sentido, ¿cuál es el papel de los nuevos medios? Pongamos por caso los blogs o las redes sociales, ¿ayudan a amplificar las opiniones de los escépticos?
Lo pueden hacer a veces, sí. Podemos encontrar muchas voces escépticas con el cambio climático en los nuevos medios digitales y en las redes, como por ejemplo en un número importante de blogs como Climate Depot o Watts Up With That. Pero pienso que el impulso democratizador de estos nuevos medios, donde más gente es productora de contenido, ayuda al público a reflexionar sobre lo que hacemos con los retos climáticos. Y al mismo tiempo, eso también nos obliga a pulir nuestra habilidad para tratar temas científicos complejos, ya que una información como esta, con evidencias probadas por expertos, se coloca en lugares donde mucha gente puede incluir su opinión o creencia.

En Mètode hemos creado el Observatorio de las Dos Culturas –en referencia al término acuñado por C. P. Snow para señalar la separación entre la cultura científica y la humanística– para estudiar las interacciones entre la ciencia y la prensa, ¿cómo ve usted esta relación?
Me parece que nos falta aún un largo camino por recorrer, pero la situación ha cambiado mucho y no podemos considerar esta relación en términos binarios. De hecho, el investigador Matthew Nisbet, de la Universidad Americana de Washington, habla ya de hasta cuatro culturas. Pero faltan muchos retos por superar. Por ejemplo, los expertos en cambio climático tienen que mejorar su lenguaje para comunicar con mayor eficacia. Comunicar es un arte y ha habido gente que ha sabido hacerlo muy bien. Estoy pensando en gente como Steve Schnei­der, un científico brillante y un magnífico comunicador del cambio climático. En cambio, en un mundo tan ajetreado como el nuestro, comunicar los descubrimientos propios ni se nos ocurre hasta el final, y eso es un error. Los investigadores tenemos que considerar la comunicación como parte de nuestras responsabilidades básicas. Y eso nos ayudará a mejorar la comunicación entre las dos culturas, por seguir la terminología de C. P. Snow. Por ello, cuando estudiamos los defectos o errores en la representación del cambio climático en los medios nos centramos en cuáles son los defectos de los periodistas y editores, cuando en realidad es un tema que también depende de los científicos. Uno de los problemas en este sentido es que expertos de relevancia sobre el cambio climático no participan en las discusiones mediáticas sobre el tema porque no lo ven como parte de sus responsabilidades, mientras que no ocurre lo mismo con los que exponen opiniones escépticas o contrarias. El resultado es que los consumidores, al final, no tenemos acceso a los puntos de vista de los investigadores punteros en el campo del cambio climático y sí a los del resto.

Poliedros de Goldberg ¿una nueva clase de sólidos?

freelance_Icosa-T25-planarRecientemente los investigadores Stan Schein y James Maurice Gayed, de la Universidad de California Los Ángeles, parecen haber descubierto la existencia de un nuevo tipo de sólido geométrico. Schein y Gayed se han inspirado en el trabajo de Michael Goldberg, quien describió en 1937 un conjunto de cuerpos geométricos que se conocieron como poliedros de Goldberg, pese a que en realidad no eran poliedros ya que no tenían su caras planas (tenían ángulos internos). Los investigadores Schein y Gayed afirman haber encontrado una forma de conseguir que estos ángulos internos sean cero, lo cual implica que las caras son planas y se trata de verdaderos poliedros (aunque en el proceso las caras hexagonales dejan de ser regulares). Schein encontró estas formas estudiando una proteína llamada Clatrina, esta vez con caras planas. En honor al trabajo de Goldberg, han decidido llamar a estos nuevos sólidos, “poliedros de Goldberg”.

Este nuevo tipo de poliedros podría tener diversas aplicaciones, desde mejorar la aerodinámica de una pelota de golf hasta el desarrollo de nuevos fármacos —algunos virus, como el de la gripe, tienen una forma similar al poliedro de Goldberg.

Pueden encontrar en ScienceNews más información.

S. Schein and J.M. Gayed. Fourth class of convex equilateral
polyhedron with polyhedral symmetry related to fullerenes and
virusesProceedings of the National Academy of Sciences. Published
online February 10, 2014. doi: 10.1073/pnas.1310939111.

Las matemáticas revelan cómo conseguir que internet sea más resistente a los terremotos

Visto en MIT Technology Review
Las redes descentralizadas son, por naturaleza, resistentes a determinados tipos de ataques. Ahora un matemático afirma que la geometría avanzada nos demuestra cómo hacer que sean aún más resistentes

Robust network designUno de los mitos comúnmente aceptados sobre internet es que se diseñó durante la Guerra Fría para sobrevivir a un ataque nuclear. Los historiadores de internet se apresuran a señalar que éste no era uno de los objetivos a la hora de diseñar la primera red, aunque la naturaleza descentralizada del sistema hace que sea mucho más robusto que cualquier clase de red centralizada.

A pesar de todo, internet sigue siendo vulnerable. Sirvan como ejemplo el terremoto de magnitud 9 en la escala de Richter y el tsunami resultante que golpearon Japón el 11 de marzo de 2011, produciendo graves daños en la infraestructura de telecomunicaciones japonesa.

La empresa de telecomunicaciones japonesa NTT afirma que perdió 18 puntos de intercambio y 65.000 postes de teléfono en el desastre, que además dañó 1,5 millones de circuitos de línea fija y 6.300 kilómetros de cables.

Así pues, surge una pregunta interesante: ¿se podría reforzar el planteamiento espacial de internet contra este tipo de daños?

Hay una posible respuesta en el trabajo del investigador Hiroshi Sato en los Laboratorios de Tecnología de Red de NTT en Tokio (Japón). Saito ha calculado la probabilidad de que una red quede dañada en un desastre dependiendo de su geometría espacial. Es decir, ha averiguado cómo determina la forma de una red sus probabilidades de acabar mal.

Saito comienza imaginando una red que contiene un área finita en la que sucede un desastre como un terremoto, por ejemplo. Los nodos en este área tienen una probabilidad determinada de fallar. La pregunta es cuál es la mejor forma de organizar los nodos para minimizar la probabilidad de que crucen un área catastrófica si ésta sucede.

La salsa matemática secreta usada por Saito para probar sus resultados es una disciplina que se conoce como geometría integral. La usa para demostrar hábilmente una serie de reglas de buen cubero que los científicos de red pueden aprovechar fácilmente. “Este método teórico revela explícitamente reglas de diseño de redes físicas resistentes a los terremotos”, afirma.

Por ejemplo, una ruta que pase por varios nodos, tiene inevitablemente forma de zigzag. Una regla es que los zigzags más cortos reducen la probabilidad de que una red intersecte una zona catastrófica. Otra es que si la red forma un anillo las rutas adicionales dentro del anillo no reducen la probabilidad de que todas las rutas entre un par de nodos intersecten la zona de desastre.

A continuación prueba estas ideas usando los datos de intensidad de varios terremotos reales en Japón, todos ellos con una magnitud superior a 5 (en la escala japonesa sobre 7). Entre ellos el terremoto de 1995 de Kobe, que fue el segundo más destructivo de la historia de Japón.

(Pero no incluye los datos relativos al terremoto de 2011 puesto que ocurrió bajo el mar y la zona catastrófica no se puede contener completamente dentro de la red de telecomunicaciones. Este terremoto viola uno de los supuestos matemáticos básicos de sus pruebas).

Después superpuso varias redes sobre los datos relativos al terremoto y probó a ver qué tal les iría en cada caso. Los resultados demostraban que sus “reglas generales” teóricas deberían funcionar igual de bien en el mundo real que en la teoría. “Los resultados del análisis se validan con los datos empíricos de los terremotos”, afirma.

Es una forma completamente nueva de pensar en la fiabilidad de las redes. En la actualidad los ingenieros diseñan las redes para que en primer lugar queden protegidas del daño y en segundo lugar que sean relativamente fáciles de restaurar en el caso de que haya daños.

Pero el enfoque de Saito es más ambicioso. “El método de diseño propuesto es el primer paso en la gestión de desastres y su objetivo es evitar los desastres”, explica. En otras palabras, mejor evitar el desastre si puede ser.

Resulta interesante. Históricamente los terremotos han azuzado la innovación en las redes de telecomunicaciones. Por ejemplo, Japón aumentó de forma drástica la cantidad de enlaces de microondas en su red después de un gran terremoto en 1968 y empezó a usar estaciones móviles para comunicarse con los satélites de telecomunicaciones después de otro en 1993. ¿Podría generalizarse también el uso de las ideas de Saito?

Ref: arxiv.org/abs/1402.6835 : El Diseño Espacial de Redes Físicas 
Resistentes a los Terremotos

La belleza de las Matemáticas (2)

Motivados por esta cita de Bertrand Russell, un equipo científico ha realizado un estudio, publicado en Frontiers in Human Neuroscience, en el que utilizaron imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para visualizar la actividad cerebral de 15 matemáticos cuando observaban fórmulas matemáticas que habían calificado como hermosas, neutrales o feas.

Belleza_mates

Los resultados mostraron que la experiencia de la belleza matemática se correlaciona con la misma parte del cerebro, la corteza orbitofrontal medial, con la cual se vincula la percepción de belleza derivada del arte o de la música.

Como anécdota añadimos que la fórmula encontrada más bella por la mayoría de los matemáticos estudiados fue la identidad de Euler:

\(1+e^{i\pi}=0,\)

mientras que la que encontraron más fea fue la fórmula de Ramanujan que expresa el inverso de \(\pi\) como una serie:

\(\displaystyle\frac{1}{\pi}=\frac{2\sqrt{2}}{9801}\sum_{k=0}^{\infty}\frac{(4k)!(1103+26390k)}{(k!)^4296^{4k}} .\)

Zeki S, Romaya JP, Benincasa DMT and Atiyah MF (2014) The experience
of mathematical beauty and its neural correlates.
Front. Hum. Neurosci. 8:68. doi: 10.3389/fnhum.2014.00068

Un modelo matemático explica la sincronización de los aplausos

Visto en SINC

Dos científicos del Instituto de Física de Cantabria y la Universidad Pompeu Fabra han resuelto el modelo matemático que explica fenómenos de sincronización como los aplausos del público o el brillo de las luciérnagas. La revista Physical Review X publica los resultados.

applauseMiles de manos aplaudiendo al unísono, un enjambre de luciérnagas brillando a la vez, los pasos sincronizados de muchos peatones cruzando un puente… Son ejemplos de un fenómeno físico conocido como sincronización colectiva, que también se observa a nivel microscópico. Por ejemplo, miles de células de nuestro ‘marcapasos’ natural organizan su actividad rítmica para iniciar el latido del corazón.

Ahora, los investigadores Diego Pazó del Instituto de Física de Cantabria (IFCA, centro mixto CSIC-Universidad de Cantabria) y Ernest Montbrió de la Universidad Pompeu Fabra han resuelto de forma exacta el modelo matemático que reproduce este fenómeno. Los resultados se publican en la revista Physical Review X editada por la American Physical Society, en cuya web otro experto también destaca el trabajo.

Fue el biólogo estadounidense Arthur Winfree el que, en 1967, propuso el modelo al que da nombre para reproducir el fenómeno natural de la sincronización colectiva. Sus simulaciones numéricas del modelo revelaron una transición a la sincronización análoga a la que se da en las transiciones de fase que estudia la física estadística. Debido a la dificultad de tratar el modelo de Winfree matemáticamente, el esfuerzo en las últimas décadas se ha centrado en estudiar modelos menos realistas, pero más fáciles de resolver.

Pazó y Montbrió aportan un gran avance en este campo al presentar una potente reducción matemática del modelo Winfree, facilitando su análisis, y por tanto su aplicación, para estudiar diversos fenómenos de sincronización. El modelo Winfree está compuesto por un gran número de ecuaciones diferenciales no lineales que representan la dinámica de los individuos u ‘osciladores’ que componen una población y que interactúan a través de señales pulsátiles.

El trabajo demuestra que este sistema multidimensional puede reducirse a dos ecuaciones diferenciales ordinarias para dos variables globales. A partir de esta simplificación se llega a resultados que muestran la conveniencia de pulsos estrechos, similares a las señales entre neuronas, para alcanzar la sincronización.

Las técnicas empleadas pueden aplicarse a numerosos problemas, por ejemplo a un tipo de estados, actualmente de gran interés, conocidos como ‘quimeras’. En ellos, una población de osciladores idénticos rompe en partes síncronas y asíncronas.

El artículo demuestra por primera vez la posibilidad de quimeras con una dinámica caótica y sus autores esperan que, además, los resultados permitan nuevos avances en el estudio de las redes de osciladores acoplados –por ejemplo, las de las neuronas–, entre otras aplicaciones en campos como la física, la biología o la sociología.